miércoles, 28 de octubre de 2009

AUNQUE SEA LA SOMBRA




AUNQUE SEA LA SOMBRA


De una mano sola, que venga caminando cómo un gatito de cinco patas, que venga despacio y tome la mía, la aprete con esa fuerza que no es ni la de una garra ni la de una abuela. Que sólo sea amiga. Quiero saber que me acompaña. Es muy solitario escribir. Y no ando por ahi llorando por los pasillos. Tengo una vida, que por muchos momentos es bastante buena, pero muchas veces hay en que nada a mi alredor parece estar conmigo. Sólo los escritos y sucede que la gente que me rodea no suelen darle nada de importancia, ni siquiera para preguntarme cómo va, o si lo disfruto, o si cuesta sacarlo para afuera. Nunca tuve el placer de que alguien me pidiera permiso para leer algo mìo, siempre tuve que pedirlo yo. ¿tengo que trabajar sobre eso no es cierto?
En tanto, que venga, aunque sea una sombra de mano amiga, yo imaginaré el resto del alivio.

Mercedes Sáenz

viernes, 5 de junio de 2009

CANEJO


CANEJO



Pensé en un sueño, que los chicos no sufrieran. No quería una utopía.
Me acordé de los sueños de una niña de diez años en el siglo pasado en un libro de Jung. Eran doce. De cada uno de ellos pueden hacerse mil caminos (no yo en este caso, recuerden que además de no saber hacerlo, también soy la soñadora)
Junté todos los sueños y tomé los siguientes fragmentos:
“Pero Dios viene desde los cuatro rincones, de hecho cuatro dioses independientes, están haciendo buenas obras, crecen hasta un tamaño tremendo, de este modo hasta el ratón se convierte en humano. Una gota de agua llena de ramas de árbol. Un niño malo tiene un terrón de tierra. Una mujer cae al agua y sale de ella renovada y serena.
“En Norteamérica mucha gente rueda por un hormiguero y es atacada por las hormigas. Hay un desierto en la luna dónde se hunde tan profundamente, la toca, le salen pájaros de la piel, oscurecen el sol y la luna y todas las estrellas, excepto una”
Tan distintos son los significados completos de los originales. Tan distinto cómo cuándo sólo se quiere ver una parte de las cosas.
Todo esto es porque me pregunté cuál era la máxima degradación que se le puede hacer a un niño. Y eran tantas, tantas… Que empecé por querer saber si podían dormir después de haber comido. Pensé qué estarían soñando mientras algunos de nosotros grandes y despiertos estamos haciendo tan poco.
Que saca el sueño canejo, lo saca.

Mercedes Sáenz
A pedido contesto: Los doce sueños son sacados del libro de Carl Jung "El hombre y sus símbolos" pág. 67 Ed. Caralt,1964

jueves, 21 de mayo de 2009

LÁSTIMA NO, TRISTEZA

El título está sacado de un diálogo de "La Tregua" del inolvidable Mario Benedetti



LÁSTIMA NO, TRISTEZA




Yo pasaba por tus veredas, por la ventana del vidrio del lugar dónde te sentabas, empapada tu mesa de papeles del mundo. Alguna vez con mi vergüenza me invitabas a tomar café a tu mesa para ver cómo iban mis escritos y me dabas aliento y opiniones y yo salía feliz a tratar de hacer lo que en pocos segundos me decías. Otras veces la gente te rodeaba con un zumbido de abejorro rey y las reinas no dejaban ni siquiera que se te viera la cara y tu mano levantaba un saludo para mí que me era el día.
Seguía tus escritos, todos, y trataba de imaginar en que entorno escribías sobre tantas cosas que yo leía sólo por ser tuyas. A veces tratando sólo de entenderte.
La admiración no es poca cosa cuando la paciencia la sostiene. Y podía esperar toda una tarde por un gesto o por una palabra. Y hay un cariño que se cree porque a uno le hace falta, lo contiene y le da fuerza y confianza. Pero la edad es una distancia, cómo la mesa, cómo el horario, cómo las ocupaciones, cómo ser diminutivo ante semejante mayúscula.
Seguís en la misma mesa y yo compro todo lo que escribís y lo leo y también lo guardo.
Sola estoy ahora para escribir lo mío y extraño la mano que hubiera estado sobre mi hombro, el reto ofuscado por un final impreciso de mis historias, la mirada larga de ojos buenos diciendo lo más suave posible por dónde había que corregir. Extraño y creo que eso también es parte de lo que me enseñaste. Es una lástima pensé, pero en realidad lo que sentí es una gran tristeza porque yo vuelvo cada tanto a las mismas mesas y sabía que un día no te encontraría.

Mercedes Sáenz

domingo, 12 de abril de 2009

¿CAFÉ?


¿CAFÉ?

A Willie


Tiembla esta luz, dudosa y vidrio. No hay viento negro, mi cuerpo se hace niña y no dejo de mirarte. Y hacer el amor es de luces, sin ceremonias, ni azules, es suave y fuerte. Es abrazo después y es un silencio de mano sola en el pasto.
¿Estabas dónde cuándo no encontraba palabras? Y es mucho tiempo y sigues aquí y a veces las preguntas no existen y tus ojos son puerta a mares de alivio de mí.
Café. No quiero dejar de mirarte.

Mercedes Sáenz

miércoles, 25 de marzo de 2009

MIÉ

DIOS ES,
CADA PUNTO SEGUIDO DE PUNTOS,
DESDE CADA INFINITO.
MIÉ No lo supe antes de morir. No imaginaba tanto. Es un lugar más bien cómo un estado del espíritu (muy lejos de la sensación memoriosa de un costado izquierdo que se abre y un infierno en el que jamás creí) Pasé por mi muerte de una forma tranquila, algo alborotados los costados de mi cama y todo eso que suele suceder cuándo queda el cuerpo cómo si no tuviera vida. Nada lloré separada de mí, pero los vi a todos de una manera que después no se recuerda. Un rato nomás, después apareció Mié. No es fácil encontrarse con Mié. Mié parece una sonrisa plena desde siempre. No hay sensación de curiosidad. Es difícil quedarse con Mié. Uno elige las tareas que quiera, música, pintura, poemas, todo a través de la luz. (No se escriben novelas con luz). Los poemas describen casi todo, matemáticos algunos, y tan bellos… porque todo se entiende. La luz es sólo una como mirar bajo el agua en la profundidad clara. Acá ya no hay cosas, son miles de luces (no imaginables). Hay un segundo en la tierra que puede parecérsele cuando ese sol tan nuevo quiere dar la vuelta, cuándo aún existen los últimos contornos. Acá lo necesario no se espera, se presenta. Y Mié se presentó. Me deslicé más cerca, (acá la distancia no cambia la perspectiva), levanté los pies, (que no sé si tengo) sentándome sobre ellos –es una postura que extraño- y el asiento también replegó las patas. Nada en este cielo se usaba sin sentido. Mié con un solo movimiento desplegó en pantalla la vida mía, separada en dos columnas los hechos y las intenciones. Una quedó mirando hacia mí, la otra hacia Mié. - No puedo Mié, extraño… extraño los olores. Puedo escribir casi todo, a ellos no puedo llegar... - Se sabe todo. Pero también puede entenderse-dijo desde su sonrisa cúbica- Vas a volver como la mujer que eras pero por mucho más tiempo. -¿Cómo todos? - No hay otra forma. - Estoy lista, -contesté- gracias. Quise usar una palabra amiga pensando en cómo estirar las manos pero no se sabe el género de Mié. No se hacen gestos, la luz se encarga de todo. Por un momento hubiera preferido el Dios que imaginaba, pero de eso también se daba cuenta sin dejar de sonreír. Llegué a una casa de las afueras a las siete de la tarde con un clima agradable. Un cuerpo fuerte me pusieron y una edad que a este barrio no le importa. La información de mi cerebro no es problema, no existen fugas ni fallas. No hay posibilidad de contradecirse. - Buenas tardes -al que me abrió la puerta- Encantada- es lo que aquí se dice. - Pase por favor. Vamos a acomodar sus cosas y después la presento. Sígame por acá. Por un pasillo olor a café y olor a tostadas y sentí que bailaban conmigo. El cuarto al que entramos era lindo, equilibrado con colores hueso. Unas flores blancas, ¡jazmines!, sin duda. En un hábito dejé la bolsa sobre mi cama. Bolsa chica. No usamos muchas cosas. Podemos usar otros materiales que no se gastan con nada, inmunes al siglo en el que estoy entrando por segunda vez. Se evita con eso el tema del dinero corriente y la reposición de cosas que en los próximos siglos van a saber dolorosamente los tenebrosos consumidores de la industria desaparecida. Inspiré aire y el sabor del cansancio. Y después bañarse y el olor del agua. Y después, acá se puede imaginar un después y temerle. Creo que también extrañaba el olor del miedo. Empecé la vida predecible, una forma de tiempo minuto, de segundo final de la última hora, cuidando por mandato y amor esos enfermos terminales (seguramente para desistir mi idea de convertirme en una mortal numerable). Cada vez que terminaba un trabajo la ley de gravedad pesaba por mí. Lo único que quería era quedarme respirando lo que se huele en la tierra. No hay olores en el cielo de Mié. El miedo tiempo se hace difícil cuándo se quiere otra eternidad. Paso las noches buscando contra la almohada algo que pudiera despistar a Mié, algo que se le hiciera confuso leer sobre esas enormes columnas blancas. No creo que lo encuentre y las gotas de agua huelen también sobre las sábanas. Pregunté solamente si Mié era capaz de salir de mis pensamientos el mayor tiempo posible. Algo femenino ha de tener porque de esto hace casi tres siglos, tierra, y yo la huelo. Mercedes Sáenz

sábado, 7 de marzo de 2009

LOS DUENDES DE MARZO


LOS DUENDES DE MARZO



Todas las mañanas, los árboles como mil soldados, en filas perfectamente alineadas, con sus uniformes verdes, ya sin casco ni visera, la tierra negra tapaba parte de los tobillos y de sus botines, de pie, mirando el cielo. Acariciando el suelo.
Pasaba el sol como un sigiloso espía, recorriendo uno por uno las ramas, para ver cuantas hojas secas se amontonaban a su alrededor, controlando cuántas se había llevado el viento.
Cada tanto, como único cofre transportador de ofrendas, una niña juntaba con las manos, a veces con parte de su vestido hecho una cuna, “los palitos” – decía – juntar muchos, para cuando llegara el invierno y las paredes de la casa, cambiaban de color y no protegían del frío.
¿Cuántos quedarán vivos, en el medio de estos bosques, a mediados de marzo?
Enteros todavía, como a los pensamientos, las luces y las sombras, jugaban, detrás de éste, después de aquél, haciendo figuras bailarinas, nunca durante sus paseos el sol se quedaba quieto, mientras ella miraba para arriba.

La niña oía hablar en las mesa, de desparecidos.

-¿Quiénes desparecen pa? No falta nadie en el pueblo.

Esa noche cumplía años su madre. Con su mejor vestido blanco, las trenzas recién hechas, con las manos alisando las arrugas, cuando la luna estaba muy alta, se miró los cordones para ver prolijos su zapatos y salió a juntar ofrendas.

Estalló tanto ruido. Los árboles parecían cambiarse de vereda, agazapados, con enormes caras negras que les tapaban los ojos. Ningún pedazo de sol traían
Contra un árbol ancho se quedó sentada, acurrucada y quieta, como una paloma escondida.
¿Qué se llevan de su pueblo? Le asustan estos duendes…
Cuando las luces volvieron y ella regresó a la casa se peguntaba de qué hablaba su papá. Los duendes no se habían llevado nada. No fue porque hiciera ruido, si hizo callar a una iguana.

Los árboles estaban todos, paraditos de pié, en filas perfectamente alineadas.

Eran unos días después del 24 de marzo y la niña no encontró a nadie al volver a su casa.
De sus vestido doblado en el regazo se le cayeron las manos y los palitos y una piedra naranja. Papá decía… nada se le tira a los duendes, son mágicos y amables.

Nunca le dijo dónde buscar a los duendes que dieron vuelta su casa.


MERCEDES SAENZ

martes, 10 de febrero de 2009

NO ME PIDAN QUE LA QUIERA


NO ME PIDAN QUE LA QUIERA



A Buenos Aires siempre, aunque apenas diga.

Amo todavía la esquina de todos los nombres, la frase añadida, la loca ceguera de no perder los años que no pueden sujetarse. Pasaron hace tiempo ayer, algunos enfurecidos y otros aguachentos, vaporosos y fantasmas hacia una alcantarilla.
Muerden colmillos de una boca animal de noche y no se entiende ya porque se estaba condenado.
(No me pidan que la quiera.)
Un ladrón de tiempo lastima su nombre y a mi me destierra de a poco. Olvidar de a ratos es cómo escribir con la otra mano queriendo sostener una idea partida. Hay un dolor que no es poesía en esos peldaños camino ni siquiera a la muerte cuándo se está muchos años afuera. Para distinguir oír hay que saber de gritos. (gritos que nadie oye dentro del corazón de uno)
Intento limpiar el barro de los límites que acosan mi memoria, no sé por qué, porque no hace falta, todos están ahí. Sin embargo desconciertos pensamientos desembarcan y se apartan de mí sorprendidos, cómo si llegaran de otra historia, cómo si quisieran hacerme una nueva.
Cómo si Buenos Aires no me hubiera parido.
Quererla desesperadamente en pedazos, en miles de pedazos diminutos.
(No me pidan que la quiera)
Se acerca la voz, murmullo del tango, algún el taconeo en la vereda, las siluetas quietas que sólo mueven las manos indecisas en los estantes de la noche de las librerías abiertas y esas veredas que sólo se llaman Corrientes.
Y amo, amo todavía.
No me pidan que la quiera de otra forma. Si solamente tanto la quiero.

Mercedes Sáenz


viernes, 30 de enero de 2009

VOLVER PARA VOLVER A DÓNDE

VOLVER PARA VOLVER A DÓNDE





Volver para volver a dónde





Volver para volver a dónde. Se pegan mis pies al último tango. A un barrio que tuve y que no sé hoy cómo mira. Que duele en las hojas que paso y espero que digan que estuve la vida, sin pensar que la muerte distancia me alquiló pedazos y esquilmó amores por defender ideas que cuidan al hombre.

Que nunca tuve este miedo que sonso atropella por volver a Buenos Aires y después volver a no sé dónde.

Que dejo pedazos de voz encendidos donde alguna vez fue grito. Que otras gritan ahora cuándo su sonido era ceniza.

Que las esquinas no doblan pero vuelven y sin llegar al pecho por los pies ahorcan. Que ya no sé qué es que se evapore la lluvia sin humedad sobre Buenos Aires mía. Que todo uno no es pedazo si no se reconoce la herida.

Que tengo que volver a buscar el mismo banco de la que era mi avenida, su café, mi diario sin colmillos y esa música que no se aparta conmigo si estoy lejos.

Yo soy de Buenos Aires, Buenos Aires mía.

Mercedes Sáenz

domingo, 25 de enero de 2009

POCAS PALABRAS


PALABRAS POCAS




La calle vacía y nadie.
Oscurece más.
Caras de género sangre
y grilletes en cuerpos despojo.
Ciego el sol que dicen.
Al dolor dolor
han querido ponerles palabras.
Palabras pocas
a un absurdo inexplicable.
Suceden las décadas
y las plazas se pueblan
de géneros blancos
en las cabezas.
Un ojal abierto
cómo boca de grieta
y herida.
Ponerle pocas palabras
a la absurda sinrazón
de esa mano que mata y
decir treinta de a miles
nombres en ninguna piedra.
Desde el azul imaginado
a los ocres remotos
va a ser poca palabra,
porque es dolor historia,
irreversible
ahí,
apenas un paso detrás.

Mercedes Sáenz

jueves, 1 de enero de 2009

EL BOLLO DE LA PRIMER HOJA

Se sacude uno antes del agua, esa bendita que se esparce a la mañana por el cuerpo. Son tibias las duchas personales que recorren cada músculo mientras la cabeza con los ojos cerrados deja, tan blandamente deja, que el agua recorra sin dejar un espacio sin mojar. Sin dar besos pequeños a todo el cuerpo que lo espera.
Las gotas esperan que nadie interrumpa, que nada interrumpa, ni el más mínimo apuro golpea la puerta. Duermen todos los que viven aquí.
Después de esta ceremoniosa lluvia personal, aunque sea el primer dia del año que empieza tengo que sentarme a escribir.
Ojalá la primer hoja no la convierta en bollo. Son demasiadas las ideas y pocas las puertas de salida.
Sola se escribe, sola se está. Sola con un montón de libros que me hablan al mismo tiempo, algunos preferidos con susurros pretenden atraparme primero. Hablan tan suave que se los oye primero. Sola se escribe, sola se está.
Y sola me vuelvo feliz cuándo empiezo a buscar letras en mi memoria.
Que quiero decir lo sé. Tal vez tarde un poco en contártelo. Estoy sola en esto y debo trabajar de a dos. La que escribe y la que corrige. Es un año nuevo, no creo que hoy me cambie nada. Yo no he cambiado de ayer a hoy todavía.