domingo, 21 de diciembre de 2008

POR UNOS OJOS NUEVOS

POR UNOS OJOS NUEVOS





Había muerto Malena en el hospital frío del barrio. De todo lo que no queda sólo las voces de los amigos y ese número de abrazos que no se sabe cuántos son y miles de palabras, guapos cómo vos, con esa cara, aflojá macho, duele macho, duele, pero aflojale .
Le dijeron que debía tener una cara nueva, ver la vida de otra manera y estrenó unos ojos, para ver nomás. Abiertos o cerrados eran cómo un faro en el final de una tierra. No había nada que le pudieran prestar para intentar vivir.
Amanecía la noche. Se sabe que se detienen los acordes cuando una ciudad despierta. Parece veloz lo que pasa porque es todo en un tiempo en calles de las que llevan a algún lado. Imaginar cómo miran unos ojos nuevos el cordón no amarillo y el soplido vago de las esquinas. Faroles de pie en las alcantarillas por dónde se escurre Buenos Aires cada vez que la lloran. Pájaros cartoneros se llevaron envases de miga a sus nidos. Las veredas se pegan al suelo para que Avenida de Mayo no escape.
Milonga que se detiene cuando el atado de diarios golpea el piso. Las rayas del asfalto liberaron los niños hormigas y los dispersó en el frío. Dejaron los semáforos para marcar el orden de los tiempos nuevos del no atropellar.
Dónde poner para mirar unos ojos nuevos.
Se levantaron las cortinas del trabajo y el olor del pan fresco se dibujó en medialunas y en el ruido de las máquinas de café.
Cara nueva le dijeron y estrenó unos ojos.
“Tus manos dos palomas que sienten frío, tus venas tienen sangre de bandoneón”. Y guardó los ojos en su alma, pero no la voz y siguió caminando abrazado a la madrugada sin saber que veía.

ESCRIBIR PORQUE QUIERO




ESCRIBIR PORQUE QUIERO




Cómo el agua y un pan desdibujados por las asimetrías de la luz sin hombre la celda espera si alguien hubo. El silencio fértil abandona el matorral cuando la amnesia desaparece. Decretan por propia voluntad lo que dicen, no hay coraje ni combate. La voz tiene un lugar peregrino en las balsas de la memoria.
El azar no engaña ni es misterio. Un epistolario de bolsillo como un muerto recién nacido respira cerca de dónde empieza el cielo y un dulce se despierta. La ignorancia y la protección titubean en un atractivo precipicio entre los reyes y los moros.
Dos mil varas de algo se mezclan en los quintales de sujetar una palabra. Entrar al paraíso del agua y un pan desdibujados si alguien hubo escribiendo porque quiero.
MercedesSáenz