lunes, 30 de agosto de 2010

SIEMPRE LA DUDA

he visto una caverna con campanas y caminar animales sobre estepas de cielo tengo todavía los ásperos sueños de creer que entenderse se entendía. no leo como vos la luna y he visto cómo se posterga siempre más lejos el jardín en que creí que caía. antes de pronunciar mamá ya era la duda. y soy ahora, sin narcisos, sin diosas griegas la loca de varias casas. no soy por elección la que me parieron ni la que me hicieron, ni la que me hice hacer. No creo que Jamison sepa si mi bipolaridad tiene más de dos vértices, yo cuento siete, siete sin ninguna valentía. sentada en el suelo, estoy parada sola sin saber qué hacer en un dudoso silencio conmigo. Mercedes Sáenz

jueves, 26 de agosto de 2010

DECIR, DECIR

DECIR, DECIR




Era la boca de los olvidos, la de alguna vez besos. Era el vacío hueco que dejaba de ser sordo. Era quién hablaba con las manos y junto con los gestos deshacía palabras. Era la postergada insistencia del atropello. Era.
La última prohibición golpeaba y las últimas leguas se hacían vuelo. Era quién debía decir.
Caminó hacia la esquina de las dudas, el único lugar en que empezaba el silencio. Decir, decir, le golpeaba el pecho.
Preguntó en que banco del colegio se sentaba. Era lo mismo después de llegar afuera del patio liso cruzado por baldosas. Tan inmenso el espacio que protege, tan diminuto dónde sostener los pies.
Con la tarde viniéndose encima jugó con el llavero del apuro en las manos sin abrir. Decir, decir.
El salió con la camisa fuera del cinturón sosteniendo el pelo de la frente como si estuviera largo, los cordones sueltos y algo que jugaba con su boca.
Ese sol hacía más larga la figura de crecer y la adolescencia no terminaba en sus piernas largas continuando hasta el balanceo de la cintura. Los ojos de más alto se concentran, apresuran un salir de clases que esa edad no espera si es la madre que perturba.
Le vio los ojos con la pintura algo corrida por el llanto.
- Mamá. – Y le extendió los ojos.
- Quería decirte…
- No hablamos de la separación hoy con el psicólogo y papá. Hablamos de mí. Ya sé que te adopté a los tres días.
Decir, decir. Las llaves se cayeron en el suelo. Y un solo abrazo que a esa edad perturba.
Mercedes Sáenz